¿Que has hecho tú?

¿QUÉ HAS HECHO TÚ?

Nuestra vanguardia, invencible,
ve con asombro, con pena,
sombras en la retaguardia:
los emboscados que quedan.
Hombres que nunca sintieron
la tormenta de la guerra,
las granizadas de acero
y los volcanes de tierra.
Pero, en cambio, viven bien
en Barcelona y Valencia;
algunos, aun en Madrid
con nuestra sangre comercian.

Saberlo bien, emboscados,
vividores de la guerra:
Muy pronto regresarán
soldados de las trincheras.
Vendrán cubiertos de gloria,
con la España sin cadenas,
pero con rostros curtidos.
Con corazones de piedra.
Con la voz ronca del polvo.
Con palabras justicieras,
han de hacerte esta pregunta,
aguardando la respuesta:
"¿Qué has hecho tú, camarada?
¿Qué has hecho tú por la guerra?"
Piensa que has de contestarle
y consulta tu conciencia.

Poeta Anónimo

El Enlace

EL ENLACE

Los ojos, de par en par,
los pulsos, firmes y tensos,
(para verme ha detenido
su velocípedo el viento),
cruzo pinares inmensos,
buscando a mis camaradas.
Paso, corro, salto y vuelo
entre la noche y el día;
el parte, aquí, junto al pecho...
No sé si una hora vendrá
en que sea un clavel negro
-la máquina destrozada-
bajo el aire y sobre el suelo.
¡Mas el deber no conoce
la vacilación ni el miedo!
La Revolución me llama
y a su campana me debo.
Le doy esta juventud
que me ciñe el cuerpo entero
y me desborda los puños
como un amplísimo sueño.
Que no me importa morir
si otro ha de ocupar mi puesto,
si el parte llega a sus manos,
si el parte entregarlo puedo...
Hombres que saben cumplir
como nosotros lo hacemos
-los ojos, de par en par;
los pulsos, firmes y tensos-,
¿qué han de temerle a la muerte,
si son muchachos resueltos?
(Más han de temer la vida
vergonzosa del cabestro).
Amigo, si me muriera
no pongas oscuro el ceño.
-Tus ojos, de par en par;
tus pulsos, firmes y tensos-.
¡Tendré un sitio en la memoria
más alta y roja del pueblo!

Poeta Anónimo

Estampa Popular

ESTAMPA POPULAR

El pueblo estaba durmiendo
en aquella madrugada
y unos grupos de soldados
hasta sus puertas llegaban.
Venían cubiertos de polvo
y en sus miradas cansadas
había rayos de alegría
empañados de nostalgia.
Y a pesar de que dormía
el pueblo de Mejorada
despertó para ofrecerle
al Ejército sus casas...
Unas muchachas bonitas
se asomasn a sus ventanas
saludando a los soldados
que están defendiendo a España.
En la vega deliciosa
y de olores estampada
unos brazos femeninos
sin inmutarse trabajan,
y los soldados del pueblo
admiran a las muchachas
que por la patria querida
entre sol y sol trabajan...
Cuando el Sol se está poniendo
en la castellana plaza
fraternizan con cariño
los soldados y muchachas.
Se escuchan las melodías
de una música cercana,
y chiquillos y mujeres
puños al aire levantan
al desfilar arrogantes
los soldados de la Patria.
¡Así es el pueblo español,
que labora y que trabaja!
¡Así son nuestros soldados!
¡Así son nuestras muchachas!
¡Todos juntos a la lucha!
¡Todos juntos por la Patria!
¡Todos fuertemente unidos
por la victoria cercana!

A. A. B.

A Madrid

A MADRID

Madrid, corazón de España
angustiado y dolorido,
rasgado y escarnecido
con cruel y sangrienta saña.
Ese latir que acompaña
a la muerte que te espía
pregona ya tu agonía
y su ritmo triste y lento
anuncia el postrer momento
de tu existencia sombría.

Madrid, pueblo desgraciado,
¿qué delito has cometido
para no haber merecido
ser hoy más afortunado?
Ya que aún no estás desahuciado
y cambiar puede tu suerte,
¡ánimo!, siéntete fuerte,
pon tus ojos en España
y rompe ya esa guadaña
con que te acecha la muerte.

Tú, aquel Madrid bullicioso,
alegre, sano y castizo,
el del singular hechizo,
dicharachero y gracioso.
Tú, aquella villa del oso
y del madroño gentil,
la del temple varonil
y el garbo majo y chispero,
¡tú, con un puñal de acero
en tu pecho de marfil...!

Tú, aquel Madrid que hizo gala
de alegría chispeante.
Tú, aquel Madrid rebosante
de luz, como una bengala,
tú, de la gloria antesala
(a la cual se iba en un vuelo
porque de Madrid al Cielo);
¡tú, aquel de España florón,
hoy marchito y por el suelo,
siendo carne de cañón...!

¡Ya no alegran la pradera
las alegres modistillas
de Chamberí y Maravillas
con risa cascabelera!
¡Ya no animan la Ribera
ni el típico Lavapiés
las canciones y cuplés,
y la estatua de Cascorro
ya no ve un alegre corro
de chavales a sus pies!

¡Ya no ríen, porque lloran,
esas fuentes peregrinas
de las aguas cristalinas
que el Prado bello decoran!
¡Y hasta parece que imploran
el Neptuno y la Cibeles
a esos verdugos crüeles
que, porque Madrid resista,
no quieren tender la vista
hacia los Carabancheles!

Madrid, pues tu patriotismo
ha de ser tu salvación,
ten conciencia y corazón,
¡no te mates a ti mismo!
¡Tú, que diste de heroísmo
un ejemplo a las naciones,
rompe ya los eslabones
de esa cadena maldita;
mira que España te invita
antes que hablen los cañones!

Mas no, tú eres prisionero;
eres la última conquista
de la canalla marxista
que aborrece el mundo entero.
Tus quejidos lastimeros
los ahogaron los fusiles;
tus arranques varoniles
en sangre se disiparon
y los valientes regaron
con su sangre los Madriles.

Por eso los nacionales,
los que luchan por España,
en una heroica hazaña
llegan hoy a tus umbrales.
Allí sientan sus reales,
te ponen cerco, de suerte
que el ansia de poseerte
es el afán de abrazarte,
y con su abrazo librarte
de las garras de la muerte.

¡Y al final de la campaña
contra el poder de Moscú,
puesto que España eres tú,
Madrid, tú serás España!

Poeta Anónimo

La Madre del Miliciano

LA MADRE DEL MILICIANO

Sin luz del cielo en los ojos,
sin luz de luna en las manos,
espera noches de niebla
la madre del miliciano.
Abierta está la ventana;
el cielo dibuja un arco,
los montes sombras dibujan
en los filos del ocaso.
Las cenizas languidecen
en el hogar apagado.
Muda, la noche camina
entre banderas de raso.
La luna vierte su lumbre,
vierte su lumbre en el lago,
y ante las yertas cenizas,
junto al hogar apagado,
besa el recuerdo del hijo
la madre del miliciano.
La recia lucha del frente
llama a los sueños lejanos.
La madre piensa en el hijo
que lucha de miliciano
y que duerme en las trincheras
sin caricias de sus manos.
Con la plata de la luna
el cielo dibuja un arco,
los montes sombras dibujan
en los filos del ocaso;
sombras de noche y de luto,
sombras de luto y de espanto.

Poeta Anónimo

Romance del Fusilado

ROMANCE DEL FUSILADO

La fuente que hay en la plaza
llora por sus cinco caños.
El pueblo, ya no es el pueblo.
El campo, ya no es el campo.
Las callejuelas desiertas
envuelven silencios largos,
y todas las casas miran
con sus ventanas de espanto.
Los mozos... ¡si los hubiera!
Las mozas... mejor no hablarlo.
Las viejas, todas las tardes
vienen a llenar sus cántaros
-los españoles de luto
sobre sus cabellos blancos-
y los suspiros de pena,
el aire van ensanchando.

¡Tragedia del pueblo, pueblo!
¡Lástima del campo, campo!
Y la fuente de la plaza
llora por sus cinco caños.

Tres días, con sus tres noches,
le fueron busca, buscando.
Tres días con sus tres noches...
Le cogieron la del cuarto.
Entre dos guardias civiles
por las calles le llevaron;
mirar húmedo, de viejos,
le iba siguiendo los pasos.
Erguida la altiva testa,
a la espalda las dos manos...
¡Quién sabe qué lejanías
iban sus ojos mirando!
La compañera del preso
-los ojos secos de llanto-
cantaba una nana absurda,
estrujando entre sus brazos
al chiquitín de su amor:

"El mundo está lleno de lágrimas,
la vida llena de dolor..."

El amanecer morado
iba vistiendo de obispos
a un horizonte de álamos.
Los fusiles apuntaban
contra el pecho proletario,
por cima de sus cabezas
se alzaba un puño crispado;
vibró potente el supremo
cantar revolucionario:
"¡Arriba, parias de la tierra...!"

El aire de la mañana
se quebró en cinco disparos.
Aquella Internacional
se le secó a flor de labios;
en medio del ancho pecho
cinco claveles brotaron
y el cuerpo cayó en la tierra.
Los ecos se despertaron
y recorrieron al pueblo,
gimiendo el asesinato:
¡Hoy mataron a un obrero!
Dos viejas se santiguaron;
un hombre vertió blasfemias,
y una mujer vertió llanto.

Los cinco claveles rojos
ya se estaban deshojando.
Zumbó una mosca azul-verde...
Allí mismo le enterraron.
Las tapias del cementerio
le contaban a los pájaros
que, pegado junto a ellas,
un hombre murió cantando.

Poeta Anónimo

Romance del Mozuelo que fue a la Guerra

ROMANCE DEL MOZUELO QUE FUE A LA GUERRA

El mozuelo va a la guerra
vestida de risa el alma,
risa de luz y rocío
en la mañana de plata.
El fusil firme en el hombro.
"¡No vayas, niño! ¡No vayas!"
El pisar fuerte y seguro.
"¡Mira, niño, que te matan!"
El burgués desde su miedo,
cobarde, sólo le daba
consejos de cobardía
que le abrasaban la cara.
El mozuelo va a la guerra
vestida de risa el alma.
Pasados los parapetos
la muerte, exacta, esperaba.

Sombra en fuego de su sombra,
sus compañeros ya marchan,
y le gritan a la muerte,
medio llorando su rabia;
y al burgués los ojos secos,
su desprecio sin palabras:
y al cielo, aceros al aire,
el brillo de su venganza.
Cantar seco de fusiles.
Sus compañeros ya marchan.
Bañado en Sol es su paso
un flamear de esperanzas.

El mozuelo está tendido
sobre la loma tomada,
una sonrisa en los labios,
vestida de risa el alma.

Poeta Anónimo